La mascarada.

Se cumple casi un año de obligación del uso de mascarillas. Poco margen debería quedar ya para el debate sobre el efecto y la utilidad de estos "nicab" sanitarios característicos de los miembros de la secta milenarista de los covidianos de la cepa de los últimos días.

El gráfico de arriba, publicado originalmente aquí, debería zanjar la cuestión: en el mundo real, fuera de simulaciones y laboratorios, no sirven para evitar contagios.

El mismo patrón se repite en todos los países donde se han impuesto de forma obligatoria. Los "casos" de coronavirus aumentan significativamente cuando los políticos obligan por ley a llevar mascarilla.

Llevar un trapo desagradable, anti-estético y molesto pegado a la cara puede tener cierta utilidad sin embargo, andar con la nariz  tapada impide atisbar cierto tufo a totalitarismo que se ha extendido a nuestro alrededor últimamente.

Me gusta el olor a totalitarismo por la mañana, como a cualquier hijo de vecino, pero no huele a victoria.

Otra utilidad de llevar un pañal tapabocas las 24 horas del día es que con ellos nadie te reconoce. Nos transforma en criaturas  anónimas. Nos hace sentir un poco como superhéroes, con una identidad secreta. Aunque no como Superman, al que le basta con quitarse las gafas para que nadie le identifique como Clark Kent. No todos los superhéroes llevan capa ni vienen de un planeta lejano llamado Krypton, aunque ahora todos lleven máscara.

A Peter Parker le picó una araña radioactiva y se convirtió en Spiderman,  a nosotros nos ha picado un pangolín y nos hemos convertido en supercontagiadores.  Por desgracia nuestro "poder" es más propio de un "supervillano": podemos matar abuelos a distancia.

Es lo que nos han contado al menos, que somos los últimos supervivientes del planeta asintomático. Debemos tapar nuestro rostro, evitar el contacto con nuestros semejantes, que han dejado de ser seres humanos para convertirse en  vectores de contagio, transmisores de enfermedades peligrosas y letales y otros enemigos invisibles como los “aerosoles”.

Las mascarillas en definitiva son útiles para muchas cosas. ¿Pero sirven para protegerte de los virus y del SARS-cov2 en particular? No existe ninguna evidencia de que esto sea así, a pesar de que medios y verificadores de datos intentan convencernos de lo contrario.

En el actual contexto de imposiciones políticas justificadas como “verdades científicas” esto es una afirmación políticamente incorrecta, un anatema. Es ir contra el dogma, enfrentarse a una acusación de herejía negacionista ante la congregación para doctrina de la fe en el  “consenso científico”. Pero aquí somos contrarios a todo dogma. Tenemos tendencia a  cuestionar cualquier verdad establecida.

La verdadera ciencia se enriquece con el debate, la controversia y la crítica. Al entrar en el terreno de las verdades absolutas, hemos abandonado el conocimiento científico para caer en el cientificismo: la ciencia convertida en autoridad, en instrumento político y en objeto de culto incuestionable.  

 

El argumento falaz de la eficacia de las mascarillas.

¿Que significa que las mascarillas “son eficaces”? Se entiende mejor con el siguiente paralelismo.

Los preservativos son un método anticonceptivo eficaz, no necesitamos discutir esto. Imaginemos que a alguna lumbrera política se le ocurriera que a partir de mañana,  para evitar la superpoblación del planeta y para cumplir la “Agenda 2030”, se va a obligar a toda la población, hombres y mujeres, a llevar puesto un preservativo a todas horas y en toda circunstancia de forma indiscriminada: cada vez que sales a la calle, cuando vas a la tienda de la esquina a comprar, cuando vas al supermercado, para hacer deporte, etc.

¿Bajaría la natalidad? Evidentemente no, es ridículo. Por muy eficaz que sea el preservativo como método anticonceptivo. Además esta situación crearía graves perjuicios psicológicos y  físicos adversos por llevar un trozo de látex en una zona tan sensible durante tanto tiempo.

Este ejemplo es una reducción al absurdo, pero el ejemplo es válido.

Las mascarillas como los preservativos tienen su utilidad,  en ciertos contextos  concretos pueden ayudar a evitar contagios. Usados de forma indiscriminada por personas sanas en cualquier circunstancia son inútiles, peor que inútiles, perjudiciales.

Tras un año, es hora de decir basta, debemos decir no a la mascarada.


(continuará)


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