Archivo: El peligroso cóctel del confinamiento y la transmisión hospitalaria

Juan M. Blanco 
opinión.


Una combinación de confinamiento de los enfermos leves e intensa transmisión hospitalaria podría transformar inadvertidamente los procesos de selección natural de los virus, favoreciendo su transformación hacia variantes más letales.

En Evolution of Infectious Disease, Paul Ewald sostiene que las cepas de patógenos (virus, bacterias, etc.) evolucionan mediante un proceso de selección darwiniana. Los virus mutan, se transforman de manera aleatoria, surgen diferentes cepas, unas más agresivas y otras menos. Compiten entre ellas y finalmente tiende a implantarse, a dominar, aquella que se adapta mejor a su entorno, la que posee cualidades favorables a su propagación. Pero la acción humana puede cambiar estos entornos y, con ellos, las cualidades óptimas que permiten a las cepas prosperar.

En el caso de las enfermedades que se transmiten de persona a persona, ¿qué cepa de virus se propagará, una más agresiva, que produce síntomas más intensos u otra menos agresiva, que genera síntomas más leves? Depende de cuál logre un mayor número de contagios, una mayor interacción del infectado con otros sujetos. Dominará aquella cepa cuyos síntomas favorezcan un comportamiento individual o social más propenso a su transmisión, al contagio a otras personas.

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Así, en un entorno normal, las cepas menos agresivas de enfermedad respiratoria poseen mayor probabilidad de contagio y dominarían a la larga sobre las más virulentas. Esto no significa que la variedad más leve no pueda causar la muerte a algunas personas vulnerables; pero la más virulenta sería bastante peor.

La gripe de 1918

Sin embargo hay casos excepcionales en los que las circunstancias sociales cambian, los mecanismo se invierten y comienzan a ofrecer ventaja a las variedades que generan síntomas y trastornos más intensos. Paul Ewald utiliza esta teoría evolutiva para explicar la mortífera pandemia de gripe de 1918, señalando la causa excepcional que revirtió temporalmente proceso de selección favoreciendo la propagación de cepas más agresivas del virus: la Primera Guerra Mundial.

La Gran Guerra (1914-1918) concentró en las trincheras a cientos de miles de soldados hacinados en pequeños espacios, un entorno muy favorable a la transmisión de enfermedades contagiosas, entre ellas la gripe. Decenas de miles contraían la enfermedad en un entorno aislado del resto de la población pero curiosamente, aquí la selección del virus se revertía con respecto a la que imperaba en la vida cotidiana. Los soldados que resultaban infectados por una cepa menos agresiva experimentaban síntomas leves y continuaban en la trinchera, aislados, sin poder contagiarla al resto de la población. Tan solo eran evacuados los afectados por los virus más agresivos, los que mostraban síntomas muy intensos. Así, en los masificados hospitales de campaña eran esas cepas más virulentas las que se transmitían al personal sanitario y, de ahí, al resto de la población.

Por supuesto, no sólo eran evacuados los soldados que contraían las cepas más agresivas de gripe, también los más vulnerables, quienes poseían un sistema inmunológico más debilitado. Pero el proceso selectivo conducía a que la agresividad de los virus que salían de la trincheras hacia la retaguardia, hacia la población civil, fuera, en promedio, superior a la de los virus que se quedaban.

El frente de batalla se había convertido en una especie de laboratorio en el que todos los virus de gripe campaban a sus anchas pero donde se seleccionaba preferentemente las cepas más peligrosas para contagiarlas al resto de la población. La gripe azotó en 1918 con una virulencia extraordinaria, regresando a su tónica normal dos años después.

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Un razonamiento similar puede aplicarse al confinamiento en los domicilios aplicado en algunos países, entre ellos España, para intentar atajar la epidemia de Covid-19.

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Esta medida puede cambiar de nuevo el entorno, el proceso de selección del virus. Quienes contraigan cepas con síntomas más leves deben permanecer aislados en su casa, con muy pocas posibilidades de contagiar a nadie, mientras que los que desarrollen formas más graves serán trasladados a los centros sanitarios. Ahora bien, si existe un apreciable contagio hospitalario, van a ser los evacuados de su casa, los que experimentan síntomas más intensos quienes transmitirán el virus con mayor probabilidad. Este nuevo entorno favorece otra vez a las cepas más agresivas.


Leer completo en internet Archive.  Énfasis mío.


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